“Luchi” un pibe que sólo jugaba con sus amigos para divertirse y que nunca pensó llegar a donde hoy está y su amor indeleble por el club que lo vió crecer.
Dicen que uno siempre vuelve a los lugares donde amó la vida, a donde tiene los olores y recuerdos más frescos. Y que pase lo que pase, lo vivido queda para siempre en los corazones. “Cada vez que vuelvo a Argentina, siempre voy a jugar al Social, porque me siento como en casa” así lo describe él. Con su sonrisa tímida, sus ojos achinados marrones y su metro setenta y tres que deja al pasar.
De muy chico tuvo sus inicios en el club de barrio, vivía a dos cuadras y cuenta que siempre iba a ver como jugaban y le gustaba la idea de experimentar en Futsal. A partir de ahí y en su categoría de menores hizo su primera experiencia, abriéndose camino a lo que hoy lo depositaría en la Primera de la LNFS de España. Y porque nada es casualidad, sino causalidad, tiempo más tarde fue seleccionado para jugar en la Selección Metro, participando en dos torneos Nacionales: uno en Comodoro Rivadavia y otro en Tucumán y obteniendo el bicampeonato en su categoría de cadete. También otro título en Buenos Aires en categoría C20, del cuál salió mejor jugador. De esa experiencia tiene los mejores recuerdos, tanto de su participación siendo tan chico, como de haber hecho amigos que conserva hoy en día. A nivel Nacional también participó con Social Lynch en el torneo de Misiones donde perdieron la final con Luro, también siendo cadete. “Un mal trago porque podría haber sido el primer título Nacional para el club” cuenta.
Todo su recorrido personal, como de vida y por su constancia y amor lo llevaron a obtener logros personales admirables. Por ser convocado a la Selección para representar a su país y como dice la frase tan trillada, pero verdadera “el sueño del pibe” vestir la celeste y blanca. Y además por estar experimentado algo ni pensado para él como lo es vivir en otro país, haciendo lo que más ama desde hace ya tres años, logrando el ascenso a Primera División con el Peñíscola en la máxima categoría. “En España todo es muy distinto, vivo solo y el día a día es entrenar e ir a jugar” por eso cuando las aves emprenden su regreso, lo hacen con ese amor y calor de volver al nido: el lugar que los vio crecer antes de partir. El club de los amores, dicen. El que no importa si va último o primero, al que siempre vas a querer volver y estar. Jugando 2´o toda la vida. “Al Social le tengo mucho cariño, ahí están todos mis amigos, donde aprendí el deporte y es hasta el día de hoy que sigo yendo y ayudo en lo que puedo” afirma. Esa humildad que lo caracteriza y que también lo hace único. “Es una persona que entiende todo, porque más allá de ser habilidoso entiende el deporte como nadie y está predispuesto para el equipo. Personalmente es el mejor jugador que dirigí y ví jugar, porque se apasiona, porque le gusta y siempre está aprendiendo. Es la habilidad siempre a beneficio del equipo y hace lo que tiene que hacer y eso es lo que lo hace distinto, cuenta su DT, Federico Orga inflando el pecho.
Por eso uno siempre vuelve al primer amor, al que manda el corazón, al que se siente como estar en casa. Como visitar a la familia después de un tiempo sin verlos. De volver a vestir los colores que te depositan nuevamente en la niñez, con la ilusión intacta y la inocencia de una criatura cuando recibe un obsequio. De volver a jugar en el barrio, del pan y queso y de las tardes gastadas con amigos, que se vuelven hermanos. Entonces diría que es casi imposible que un tipo se vaya a jugar a otro país pero que inconscientemente no tache los días para volver al nido, para vestir la pilcha del club de sus amores y sentirse aunque sea por un ratito “Luchi” el del Social, el que se va pero siempre regresa a casa.